Llevo años dedicando bastante tiempo a llevar una vida tranquila. Hago cosas a menudo que me resultan relajantes. Sin embargo, la vida tranquila siempre se ve interrumpida por imprevistos.
He estado con personas en crisis y he mantenido la calma. La primera vez que estuve con alguien maníaco fue hace más de diez años. Apenas le veo porque siempre está ocupado con su trabajo. Sé que mis palabras le cambiaron la vida. No fue la única vez que me enfrenté a una situación tan límite. En circunstancias difíciles actúo desde la tranquilidad, lo he hecho más de una vez. También he atendido y sigo atendiendo a algunas personas que sufren la enfermedad con bastante dureza. El trastorno bipolar no es igual para todos pero conozco a pocas personas que no hayan mejorado en Esperanza Bipolar. La mayoría de forma llamativa, y no es siempre mi mérito. Yo puedo marcar una gran diferencia con algunos, pero no con todos. Si me vuelco en alguien, muchas veces veo el progreso bastante rápido. Después de lo visto, te diría que si hay una asociación en tu ciudad es una gran oportunidad para ti. Los fármacos deberían ser el tratamiento complementario y no al revés. Y no estoy seguro de que sean necesarios para todos, al igual que la ciencia. Los fármacos no son la solución para muchas personas. Si lo fueran, no llegarían tantas personas a las asociaciones. Nadie dice saber nada sobre la enfermedad a ciencia cierta. Yo todo lo que te cuento lo he visto con mis ojos y lo he escuchado con mis oídos. Ésa es mi ciencia. También todo lo que sufrí y ya no sufro. Y no me refiero sólo a los síntomas.
«He aprendido a decir no porque ser voluntario no es ser kamikaze. Poner límites es clave en mi bienestar. No olvidaré lo aprendido y menos teniendo en cuenta que quiero disponer de tiempo para mi familia, mi pareja y mis amigos. Vivir con dolor crónico también me condiciona. Mi atención es mi recurso más valioso, pero también el más escaso. Me cuido para sentirme bien y quiero seguir disfrutando de la vida.»