Ayer no perdí los papeles, los rompí.
Estaba ayudando a Roberto con las matemáticas y sus pocas ganas me hartaron. En vacaciones yo nunca hice deberes. Arranqué las hojas de su cuaderno y las rompí sin querer. Roberto al ver lo que hice lloró y me dijo una gran verdad. El tipo de verdades que sólo ven los niños y siempre olvidamos los adultos. Me levanté y fui a la cocina. Cogí celo y unas tijeras para pegar los trozos y las hojas al cuaderno delante de él en silencio. A la tarde volví a hablar con mi hijo. Le pedí perdón y me abrazó llorando. A veces me cuesta no hacerlo cuando él lo hace.
Mis hijos son lo más importante de mi vida. Apoyaré a Roberto en todo mientras él quiera y lo necesite. Lo sabe porque se lo he explicado muchas veces. Es más inteligente que yo y tiene cualidades que yo nunca tendré. Lo que pueda enseñarle le servirá para compensar aquello que le cuesta tanto.
Ojalá fuera tan sencillo pegar siempre lo roto.