Hace algún tiempo, en una reunión de la asociación, comenté algo a lo que me respondió una mujer cargada de buenas razones:
-«Sí, claro. Pero hay ocasiones en las que uno no puede elegir»
Puedes suponer una pregunta o inventarte la que quieras porque lo importante es tu experiencia, no la mía. Más de una vez te habrás encontrado en una situación en la que has decidido no hacer nada o hacer algo con alguna intención. En más de una ocasión, pensé que elegía cuando no hacía otra cosa que huir o dejarme arrastrar por una ilusión entonces inalcanzable. Cuando recuerdo algunas cosas, me sorprende darme cuenta de la ceguera en la que estaba instalado.
Me da la sensación de que la primera vez que elegí en mucho tiempo fue el día en que dejé mi profesión. Mi padre, cuando yo tenía dieciocho años, me dijo: «Tú estudias ingeniería y después haces lo que quieras». Tuvieron que pasar veinte años hasta que llegó el día en que le hice caso, sin saberlo ni recordarlo en aquel momento. Después de siete años trabajando como ingeniero me diagnosticaron con trastorno bipolar: la profesión tenía premio. Los padres siempre tienen razón, incluso cuando se equivocan. Hace tiempo que no elijo porque dejarme llevar me ha llevado más lejos de lo que nunca imaginé. Me rompí la cabeza tantas veces que hoy prefiero simplemente mover los pies.
Todavía no está del todo claro si tenemos la capacidad real de elegir. Los científicos se dividen en dos grupos: los más escépticos y quienes creen que tenemos cierto margen de maniobra. Yo me inclino por el escepticismo más radical. En unas circunstancias determinadas, hacemos lo único que podemos hacer. Cuando te diste contra una pared o cuando amaste a alguien que, con el tiempo, terminaste por odiar. Cuando te empachaste a dulces sabiendo que te sientan mal. Cuando confiaste en alguien que se quedó con tu regalo y te devolvió la caja vacía. Nunca elegiste mal. Siempre elegiste lo único que podías elegir. Así que puedes olvidarte del arrepentimiento o la culpa. Ambas son carreteras que, con suerte, conducen a ninguna parte 🙂
Hay 4 comentarios en este articulo
Se me ha ido al traste lo escrito, pero haré un resumen:
- Elegimos continuamente, aunque sea desde la inercia o la inconsciencia
- Se debe elegir conscientemente. A fin de cuentas somos la suma de nuestras decisiones
- Frente a situaciones que no escogemos, siempre podemos modificar nuestra actitud ante ellas.
- Este trastorno presenta de modo exagerado y grotesco, lo que pulsa en el interior del individuo. Resolverlo decidiendo ser lo que quieres ser o hacer en la vida, puede ser el mejor remedio terapeútico.
- No soy ningún experto en decisiones correctas.
- Las posibilidades son infinitas y uno mismo las hace posibles cuando decide.
- Puedes decidir creer esto o no.
- Quiérete y si tu queja es que no te quieren, quiere tú, que da más gozo.
Suerte y salud
Ah sí, muy importante
- Las decisiones emponderan a la persona, refuerzan los cimientos, aseguran la estructura, validan a la persona.
Gracias por escribir, Neuronacero. Aunque no estoy de acuerdo con algunos puntos que has escrito, otros me han gustado especialmente. Así que hay ahí queda dicho, por si a alguien le pudiera servir :))
Como este punto es más sencillo, te hablaré del otro extremo que algunos comprenderán sin más explicación. Hay decisiones que pueden debilitar mucho y acabar por quebrarte. Otras, como tú bien dices, refuerzan :))