He pasado cuatro depresiones, la última hace más de diez años. Todas han sido diferentes y de todas he aprendido algo. Mi primera depresión fue consecuencia del estrés que soporté durante demasiado tiempo.
La última depresión me duró más de seis meses con antidepresivos incluidos. Ahora sé lo que tengo que hacer para no deprimirme y lo hago. Antes ni lo sabía ni tenía los recursos para sentirme vivo y disfrutar. Puedo llorar y sentir tristeza sin deprimirme. También puedo tener un día difícil y levantarme de la cama al día siguiente casi como si nada. Tengo muy buenos amigos que me conocen y me aprecian. Ellos son los que salen a mi rescate en los peores momentos. Les pongo las orejas calientes durante un rato y a vivir que son tres días. Me siento muy afortunado de contar con buena gente a mi alrededor. No hay mayor fortuna que la buena gente.
«Reconocer qué pueden haber tenido en común tus depresiones es importante. El estrés puede ser el motivo superficial, pero es bueno pensar qué fue, en el fondo, lo que te hizo sentir tan mal. Muchas veces es el miedo, otras un golpe inesperado de la vida. Contra el miedo se puede luchar, pero no conviene hacerlo. Con los golpes inesperados nada se puede hacer. El tiempo suele ser el mejor aliado.»