Amar a todo bicho viviente está muy bien, pero con casco de protección. Empiezo a distinguir lo que necesito de las personas y lo que no. No es egoísmo sino un intento por no volver a decepcionarme.
Este año y el anterior han sido mis maestros. Nunca es tarde si la decepción es grande. Necesito que lo que yo entiendo por querer a alguien sea compartido y correspondido. Toca hacer limpieza general de mi habitación. Soy capaz de reconocer el valor de una persona bastante rápido, pero me dejo llevar por el amor incondicional. Doy diez veces y espero recibir una. Como esta enfermedad que no es el trastorno bipolar tiene difícil cura, vamos a por los remedios. Ahora con algunas personas daré una vez y esperaré a recibir diez. Aunque no suena muy elegante, a veces, hay que perder la elegancia. El otro día un amigo mucho más inteligente que yo me dijo que el mundo es egoísta. No quería hundirme, pero me hizo reflotar con su humor efímero de Bilbao.
«Aprender para no hacerse daño es obligado. Yo llevo haciéndolo los últimos diez años. Lo que das también te lo quitas y puede pasarte factura. Encontrar el equilibrio es difícil si tu tendencia es muy marcada. El kamikaze nunca sobrevive. Tampoco es fácil distinguir lo que das y lo que recibes. Todos tendemos a sobrevalorar lo que damos y nos cuesta percibir lo que recibimos. Presta atención.«