Tuve mi primera manía con treinta y dos años. Llevaba años con un deseo intenso de sentirme capaz, y sentí una sorpresa como una falsa revelación. Pensé que, a partir de ese momento, tenía el poder de hacer cualquier cosa que me propusiera.
Recordé muchas veces los días anteriores a mi ingreso en el psiquiátrico. Diez años después, me di cuenta de lo que me pasó durante la manía. Al principio, estaba tranquilo. De hecho, recuerdo estar preocupado por un compañero más joven que andaba solo por Oxford. Tras el momento crítico de sorpresa, recuerdo sensaciones especiales. Hablé por teléfono con un amigo y con mi padre. Mi cabeza ya estaba volada. Con mi amigo me reía, pero la situación no tenía nada de divertida. Algunas imágenes se me quedaron grabadas por su intensidad. En manía llegué a interpretaciones delirantes que acabaron en una psicosis.
«Tu manía pudo ser muy diferente, pero si piensas en tu deseo te darás cuenta de algo. Piensa en lo que pensabas durante la manía, aunque no es fácil recordar al primer intento. Los recuerdos, si llegan, lo hacen al forzar la memoria muy poco a poco con una buena pregunta. Lo que querías hacer con ansiedad también te enseñará algo de ti. En ese deseo se esconde una necesidad que puedes necesitar satisfacer de alguna manera.»