No se me ocurre una palabra mejor que la autocrítica para explicar cómo me logrado aprender. En mi caso particular, mis síntomas no tuvieron que ver con una falta de autocrítica. Sin embargo, me resulta útil seguir siendo autocrítico.
Con algunas personas que piensan muy diferente, tuve problemas con mi gorila. Ahora que está muerto, tengo otros problemas diferentes. Pienso que la persona que quiero no ejerza la autocrítica más a menudo. Apenas cambia la manera en que ve las cosas, y los problemas se nos repiten una y otra vez. Me duele estar incluido en sus problemas, y no sé cómo actuar. Siento que se me acaban los recursos. Aprendí a ser autocrítico porque soy una persona reflexiva. Maté a mi gorila porque pienso cuando tengo problemas o creo problemas a alguien. Me siento bien gracias a que he aprovechado esta cualidad en mi beneficio. Y lo más importante: en beneficio de los demás.
Si sueles pensar a menudo, conviene que te cuestiones en situaciones difíciles. Es más fácil que cambies tú a que cambie el otro. Si te apoyas en tus valores, te resultará más fácil. No hacer daño o en no hacerte daño son dos palancas eficaces y necesarias. Si no eres una persona reflexiva, fíjate bien en cómo haces sentir a los demás cuando tienes problemas. Cambiando algo en ti, el resultado será diferente. Si consigues lo que pretendes, acabarás por aprender y mejorarás tu autocontrol.