Yo también. En realidad, todos. Aunque esta semana terminó peor que empezó, la próxima empezará mejor que terminó ésta. Explicaré el motivo más adelante, algo que tiene mucho que ver con el trastorno bipolar. Puede que haya quien piense que a todos nos afecta por igual, yo he llegado a la conclusión de que no es exactamente así.
Conozco muchas personas diagnosticadas con trastorno bipolar que tienen muchos problemas en sus relaciones con los demás. Lógicamente no con todo el mundo, pero sí con determinadas personas y en determinadas circunstancias. Yo también soy uno de ellos y voy a hablar de cómo voy aprendiendo a no dejarme llevar por esta reacción tan humana que es el cabreo. Si eres latinoamericano y no conoces esta palabra -desconozco si se utiliza en todos los países de habla hispana- el cabreo es el enojo desmedido. Lo que también aquí se conoce como «reventar». Yo, como casi todo el mundo, también reviento. Pocas veces, pero reviento. Y algo que estoy aprendiendo todavía es que en realidad reventar es más que sano. Si no lo haces nunca, el día que lo hagas se te va a ver hasta el esqueleto. Recuerdo una graciosa imagen de la película «La gran comilona», y trágica a la vez, en la que una persona revienta de tanto comer. Todos hemos reventado más de una vez con el estómago vacío.
Para aprender a reventar, has de hacerlo con frecuencia. Exactamente igual que cualquier otra cosa que quieras aprender. Después de reventar, tienes que pensar y pensar bien. No es lo mismo reventar con el jefe, que reventar con tu padre. Ni reventar por una pequeña diferencia que reventar por una diferencia insalvable. Tampoco es lo mismo reventar por haber acumulado cansancio que reventar por haber acumulado ofensas. Ni reventar por una opinión que reventar por un hecho. Ni se aprende lo mismo en cada situación, ni siempre sirve el aprendizaje para el próximo reventón. Yo reviento, tú revientas, él revienta. Todos reventamos, la cuestión principal la dejo sin responder: ¿Merece la pena reventar? 🙂
Hay 2 comentarios en este articulo
Aviso: hoy estoy de mala baba.
¿Merece la pena reventar, enojarse enfadarse, estar chinchorra, de mala baba, disgustado, cabreado con el mundo, con los que lo habitan o con uno mismo?.
No. El enfado es una porquería, un veneno para el cuerpo y la mente.
¿Merece la pena someter al enfado y en lugar de extrovertirlo a la situación o circunstancias que lo provocan, interiorizarlo, acumularlo, hasta que implosiona dentro de uno?.
No, la porquería es la misma, aunque esta vez los daños son para uno mismo.
El enfado debe ajustarse al que lo provoca, en el momento que lo hace y en la medida acertada. Y es cuando está surgiendo cuando debe ser cortado de raíz. De otro modo puede acarrear males mayores.
Es fácil enfadarse, montar la bulla, pero hay que ser cuidadoso. En un momento de ira se puede perder mucho.
Aprendamos a enfadarnos, de acuerdo, pero no lo hagamos gratuitamente.
Cada cual debe decidir si merecen la pena sus cabreos, si estos salvaguardan su dignidad y respeto, aunque lo cierto es que nos cabreamos mucho porque no sabemos cómo no hacerlo y para colmo lo hacemos de muy malas maneras.
Lo guay sería decir lo que hay que decir sin perder la compostura, disfrutando de ese momento de autoafirmación y poniendo en su sitio a cada cual.
Hasta entonces que cada cual berree como pueda, quiera o le convenga.
Y si no lo digo.... pues eso
Theoros
Theo, me alegró mucho saber que eres capaz de cabrearte. Seguro que eres la clase de persona que no ha nacido para "eso". Te lo digo porque soy un poco como tú, y todavía estoy aprendiendo a "berrear". Un saludo!