Poco a poco, algunas personas dejan de conectarse a través de Skype. Me alegra saber que algunos se sienten mejor. Me imagino que otros no han encontrado lo que necesitaban en Esperanza Bipolar.
Después de quince años no me sorprende. Lo que a unos les cambia la vida a otros no les sirve. Con los problemas de salud mental es difícil saber qué es lo mejor para cada uno. Yo propongo algunas cosas que pueden ayudar mucho pero antes es necesario perder muchos miedos. Además, puede que muchos no necesiten lo que yo puedo ofrecer con mi experiencia con el trastorno bipolar. Desahogarse es muy importante y sacar fuera lo que tenía dentro me ayudó mucho. Aprender y pensar en lo que fue mi vida me ayudó más todavía. Leer libros de ciencia me permitió comprender muchas cosas que me sirvieron también. Con todo lo aprendido vivo ahora de una forma diferente. La inestabilidad del trastorno bipolar puede no ser tan fácil de revertir. Tengo amigos que no lo han logrado todavía. No hay nada peor que sufrir y no saber ya por qué sufres. En mi caso, fueron muchos años los que tuve que aguantar unas circunstancias adversas sin saber el daño que me estaba haciendo. Muchas veces nos sometemos a presión sin darnos cuenta. Saber dónde te aprieta el zapato y aprender a aflojártelo lleva su tiempo. De hecho, muchas veces no hay manera de evitar el dolor, como el dolor físico que yo padezco desde hace dieciséis años. Vivir con dolor es un reto, envejecer con dolor es el último reto al que me estoy enfrentando. Nada más levantarme me tengo que aliviar el dolor como puedo porque el desgaste iba en aumento. Sobrevivo al dolor, que no es poco.
«Cuando tenía cuarenta años ya sabía que el dolor físico sería una carga mayor al ir envejeciendo. El día ha llegado y sigo intentando mantener mis rutinas para mantener el dolor a raya. Mi madre está en silla de ruedas pero ya no sufre dolor. El final de la vida es duro y lo voy a contemplar en los últimos días de la mujer que hizo todo por mí cuando estuve a punto de morir»