Cuando era niño, a veces, decíamos: «¡Mira! ¡Un burro volando! He visitado a Esti en el hospital y mi segundo libro va con ella a todas partes. El libro dejará de acompañarla pero yo no.
El médico de turno vio sobre la mesa: «Cómo superar el trastorno bipolar. Los 21 buenos hábitos». Parece que el médico no era lo suficientemente inteligente como para ser curioso. Dicen que médicos e ingenieros no se callan y el médico no calló. Le comentó algo que le debió de enseñar un profesor que aprendió de otros libros. Me hizo gracia y a la vez no pude evitar pensar en lo absurdo que es el mundo. Y la gente que habitamos en él ni te cuento. Te cuento esta historieta para llegar a lo importante. Antes un comentario de un profesional que ha dedicado muchas menos neuronas al trastorno bipolar que yo mismo habría destapado la caja de los truenos de mi cabeza. Como ya no tengo tormentas ni tormentos en mi piso de arriba, sonrío. Maté a mi gorila y muerto el gorila se acabó la rabia. Si ese médico viera por un agujero lo que yo he visto vería burros volando sin necesidad de tomar drogas. Hace tiempo me hizo gracia pensar que soy el burro volando. He conocido pocas personas en mi situación, por desgracia para los psiquiatras también. Tuve la mala suerte de ser tratado por un psiquiatra muy burro y la oportunidad de escuchar en boca de otros comentarios burros de decenas de psiquiatras. Respeto a todos los psiquiatras del mundo, vaya siempre el respeto por delante. Pero detesto la mala praxis que dirían por ahí.
«Admitido el hecho de que soy un burro volando, te invito a que sigas leyendo. Te lo cuenta un burro que ha sobrevolado Barcelona para ver a su hija. He consolado a Raquel y he vuelto hecho migas pero feliz. Piensa siempre en las personas importantes para ti y dáles todo lo que puedas. Ningún laboratorio va a sintetizar una pastilla que haga sentir a nadie como me siento yo ahora. «