Mirando atrás me doy cuenta de que apenas he cambiado en lo esencial. He releído una nota que tomé hace algún tiempo que dice: «si no sabes lo que te impide cambiar, no podrás hacerlo».
La verdad es que cambiar es una palabra muy fuerte. Pocos quieren cambiar, y menos logran cambiar. Pienso que una buena manera de hacerlo es tener un buen motivo. Y digo tener que no es lo mismo que encontrar. Si tienes que buscar el motivo, ya no es tu motivo.
El mío, la mayoría de las veces, fue sentirme mejor. He mejorado la manera de relacionarme con casi todo el mundo. Y digo casi, porque hay personas con las que no quiero relacionarme. También he aprendido a quejarme cuando algo me duele, algo fundamental. Quejarse es muy sano y hacerlo tiene una doble ventaja: sabes cuando alguien te escucha y aprecia de verdad.
Como ya logré lo que quería y necesitaba, ahora toca disfrutar y dedicarme a otras cosas.