La semana pasada estuve en una jornada del Consorcio de Inteligencia Emocional de Bilbao en Ikashub y conocí a algunas personas que me enseñaron cosas nuevas. Cuando has aprendido mucho, cuesta más trabajo adquirir conocimiento. Si te fijas lo suficiente, puedes aprender de quien menos te lo esperas. Y no conozco mejor manera de aprender que dudar de lo que ya has admitido alguna vez como válido.
Se habla mucho de gestionar las emociones como si fuesen empresas. Gestionar es una palabra que no me gusta especialmente, como tampoco me gusta el pollo en la paella. Todos sentimos emociones y, a veces, las padecemos. Casi siempre, los demás sienten y padecen nuestras emociones. Los expertos llaman gestionar a aprender qué hacer con nuestras emociones, e inteligencia emocional, a hacerlo de una manera adecuada y saludable. Pido disculpas si hay falta de precisión. Como todo me parece frío como el gazpacho, vamos a ver algo más caliente.
Hace poco, aprendí una lección importante que me faltaba por aprender. Siento profundamente haber hecho sufrir a una persona para poder aprenderla. Aquel día, todo sucedió a la velocidad con la que sale un disparo de una pistola, como suele suceder con aquello de lo que después nos arrepentimos. Sin querer, hice daño a esa persona con mi voz y mis palabras. Ella, al recordar lo que le dije, lloró frente a mi. Después de pedirle perdón por segunda vez – la primera lo hice por teléfono- me di cuenta de algo muy importante respecto al trastorno bipolar: cuando lo que ve, escucha o siente una persona diagnosticada está muy alejado de lo que espera, ya no hay nadie al volante y todos son víctimas. Estoy tan agradecido a esa persona que no olvidaré nunca su reacción, Tampoco olvidaré la que yo tuve aquel día porque ya no soy el mismo. El próximo día que la vea, se lo diré.
Lo he visto tantas veces en mi, y en otras personas, que cazo las situaciones al vuelo. Aunque nadie escapamos a esta reacción tan natural, te invito a que pienses en la última vez que te sucedió algo parecido.
¿Ya lo has hecho? ¿Te atreves a contar lo que has aprendido? 🙂
Hay 4 comentarios en este articulo
A las emociones se las compara a veces con los caballos que tiran del carruaje que habitamos y supongo que muchos de los que hasta aquí llegan, conocen lo que ocurre cuando estas se desbocan. Cuando así lo hacen uno puede maravillarse, estrellarse o caer por algún precipicio. Es una carrera con demasiados riesgos. Es por ello que procuro mantenerlas al trote y darles el descanso oportuno y si siento que entran en galope, me cuido muy mucho de que el terreno sea el apropiado y estoy bien atento a poner cuantos frenos sean necesarios si atisbo la menor sombra de algo que pueda asustarlas.
Con este símil sólo quiero decir que me cuido muy mucho de los estados emocionales exagerados.
salud
Muy poético, Theo. Yo disfruto de todas las emociones y no me preocupo por ellas. De todas formas, te agradezco que escribas porque eres un buen contrapunto. Muchos aprenderán cosas de ti, otros de mi :))
De todo se aprende, con humildad, arriesgándose y formulando buenas hipótesis, como los científicos.
Tú lo has dicho, así se aprende. En cuanto a arriesgarse no estoy de acuerdo. Todo lo que aprendí lo hice corriendo el mínimo de riesgo. Y te garantizo que es mucho :))