He pasado diez años analizándome, y sigo haciéndolo cuando lo necesito. Lo que algunos llaman mirar hacia dentro me ha resultado muy útil. Así he podido cambiar para sentirme mejor y mejorar como persona.

Los momentos que más he necesitado pensar en los porqués han sido muchos. Cada vez que perdía el control o sentía ansiedad. Siempre que sentía emociones que no me gusta sentir, me paraba también a pensar. Saber el porqué me ha dado pistas sobre lo que tenía que dejar de hacer. Si me enfadaba mucho, pensaba en el porqué y después en el cómo. Cómo dejar de insistir a alguien, por ejemplo. O cómo dejar a los demás que decidan lo que quieran, aunque sus decisiones me afecten. De esta manera, conseguí mejorar mi adaptación a mi familia, a mi mujer, a los que piensan muy diferente, y al mundo en general. Analizaba cuándo me ponía como el demonio y por qué. Siempre que volvía a caer, volvía a pensar otra vez. Si antes me pasaba diez veces, ahora me pasa una.

«Primero necesitas un buen motivo para cambiar. Si tienes la capacidad de fijarte en los patrones, te puede ayudar mucho. Lo que tienen en común dos situaciones que te alteran, te mostrará algunas claves. Por ejemplo, lo que te altera de una persona de tu familia puede ser lo mismo que te altera de un compañero de trabajo. Prestar atención a cómo se comportan personas muy diferentes también me ayudó. Me enseñó la manera de hacer pequeños cambios intentando imitarles. Es menos eficaz, pero también puede ayudarte.»