En invierno me gustaba pasear y ver el mar. El sol, cuando aparece, da al cielo siempre un aspecto diferente.
 
Perdonar a una persona de tu familia que te ha hecho daño es muy difícil. Si quieres hacerlo, y saber cómo lo logré, intentaré contártelo en pocas palabras.
 
Mi padre condicionó mi vida desde los dieciocho años. Lo hizo sólo una vez, pero las consecuencias fueron tan negativas que cociné mucha rabia contra él. Fui ingeniero por satisfacer su deseo y sufrí la profesión. Quizás habría sufrido lo mismo sin que él hubiera anulado mi libertad para elegir mi futuro, nunca lo sabré. No le admiraba, pero admiraba su capacidad.
 
Cuando reconduje mi vida empecé a recordar mi pasado. Cuanto más recordaba detalles de mi vida, más rabia acumulaba contra él. Después de una discusión por teléfono, le escribí una hoja. Me di cuenta de que la única manera de que me escuchara sería por escrito. Le hablé de mi vida y mostré comprensión hacia su vida.
 
Aquella hoja marcó un antes y un después. Empecé a tratarle con más cariño y comencé a verle con otros ojos. Le acepté como alguien muy diferente a mí. Me di cuenta de que no podía esperar que él fuera como yo. En el fondo, era justo lo que él pretendió de mí, y lo que tanto daño me hizo. A partir de aquella hoja, sentí una tranquilidad nueva. Nuestra relación ha mejorado mucho desde entonces. El poco tiempo que pasamos juntos es agradable. Me alegro mucho de que hayamos reconducido nuestra relación antes de que él ya no esté.
 
 

«Cuando sientes ira hacia alguien, algo vive dentro de ti que te genera intranquilidad. Expulsar el daño de una manera que no dañe al otro es vital. Antes de hacerlo, necesitas encontrar un buen motivo para decidirte. Si además eres capaz de ver y sentir al otro como la persona que es, tu relación puede mejorar mucho. Y tu bienestar mucho más.»