Antes era muy sensible. Me comportaba como si no lo fuera y es lo peor que se puede hacer. Ahora tengo menos sensibilidad aunque sigo siendo más sensible que muchas personas que conozco.

Para dejar de ser tan sensible tuve que darle mucho a la cabeza. Cuanto más daño me hacía algo, más pensaba en los porqués. Hacerlo me ha ayudado a conocerme y a saber lo que necesito. Aunque ahora no tengo todo lo que quiero, me apaño con lo que hay. No sé si tengo lo que necesito, eso el tiempo lo dirá. Viví en una nube mucho tiempo y me imaginaba que la vida me bajaría. Me daba cuenta porque veía a mi alrededor mucha infelicidad y yo me sentía en la cumbre. Mi amigo Enrique dice que la vida va a rachas y así parece ser. Lo difícil es aprender a manejar todas las rachas. Este año me ha tocado sufrir una mala racha. Después de sufrirla me ha quedado un poso que no me gustaría tener.

«No hay nada peor que un golpe inesperado. He tenido la suerte de haberme recuperado. Desde hace tiempo me he dado cuenta de que soy capaz de hacer cosas que muchas personas no pueden. Todo lo que tiene que ver con las emociones es clave con trastorno bipolar. Aprendí a sentirlas y también a aprender de cada experiencia. Pensar en los demás en los momento difíciles me ha ayudado mucho«