Esta semana vuelvo a las reuniones presenciales de Esperanza Bipolar. Después de diez días muy enfocado en mi teoría general sobre el trastorno bipolar, retomo la vida más humana.

Tener ganas es muy importante. Las ganas, a veces, se van y vuelven. Hacer ganas no está nada mal si llegas a un punto de saturación. A mí me ha pasado varias veces pero nunca he pensado en abandonar. De hecho, estoy planificando mi retirada pero dentro de mucho tiempo. He escrito en una agenda cuándo terminar si vivo para contarlo. Mañana me reuniré con un grupo para generar la dinámica de una conversación interesante.

No echo de menos nada de mi vida antes de Esperanza Bipolar. Todo es mucho mejor ahora. Siento que soy una buena pieza para el puzzle que monté hace más de quince años y me siento muy feliz de ser parte. Cuarenta y dos piezas de otro puzzle en formato libro y cientos de artículos en este blog que comenzó con el nombre Esperanza Bipolar. Algunos en forma de diario y otros en forma de conclusiones. Casi cien personas conocidas y cientos de reuniones con ellas. He ganado amigos, aprendizaje, experiencias y bonitos recuerdos. No todo ha sido de color rosa, también ha habido momentos muy marrones.

Descubrir algo que te provoque ganas es vital. Sin ganas no se puede vivir. Probar de todo es una opción que incrementa la probabilidad de éxito. A veces, las ganas están donde menos te las esperas. Yo no empecé a leer a diario hasta los treinta años. Tampoco empecé a escribir hasta casi los cuarenta. Mi interés más profundo por la ciencia nació con casi cincuenta, y el placer de disfrutar de todo lo disfrutable hace cuatro días que he empezado a dominarlo. Lo difícil me costó más de seis años, lo casi imposible diez. La buena suerte ha llamado a mi puerta tantas veces como la mala suerte. Recordando mi vida, veo ahora que he conseguido cosas que nunca soñé. Si soñé una alcancé diez que nunca soñé. Me he dejado llevar a menudo y pocas veces me he dicho no. Sin embargo, el mayor acierto fue todas las veces que me dije no. Y todas las que he dicho no a los demás, que han pasado de cero a las necesarias.

«La enfermedad afecta todavía a algunos amigos cercanos. Las personas que sufren son un reto para mí, pero mi mayor desafío siempre ha sido conmigo mismo porque quería sentirme bien. Si he luchado, ha sido contra mis reacciones y mis tendencias. He insistido mucho en mis cambios. Con trastorno bipolar es más importante la continuidad que la fuerza