He tenido que confiar mucho en lo que siento en los últimos dos meses. Hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan mal.
Después de la desesperación vino la tristeza. Lloré y encajé el golpe. Más tarde llegaron otros sentimientos. Me parecía todo injusto y no comprendía el golpe. Siempre intenté darle lo mejor de mí. En poco tiempo, empecé a perder la confianza en nuestro futuro. De repente, me empezaron a aparecer muchas dudas y estuve a punto de hacerle una llamada de teléfono con un no definitivo más de una vez.
No lo hice y pude esperar sin estar seguro del todo. Nunca me había enfrentado a una situación parecida. Ahora estoy contento porque me siento bien después de pasar lo peor. Sentí que seguía queriendo a mi mujer y confié en mi sentimiento. No decidí en caliente.
Ella siempre ha sido muy importante para mí, pero me di cuenta de algo. Durante doce años yo fui casi su única prioridad. Olvidarte de ti siempre pasa factura, y ella se olvidó de ella. Ahora es feliz y tiene lo que necesita.
A veces, yo le hablaba de la felicidad que yo sentía y ella no podía creer que algo así pudiera existir. Ahora veo que está empezando a tocarla, y eso me hace feliz. Su ilusión en los dos ha hecho posible que sigamos juntos.
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Hola, he venido leyendo tu blog, pero especialmente pensé en lo duro que debe ser que tu compañero(a) tome la fuerza para ponerse en primer lugar y decir: me bajo de este tren y tomaré otro.
Dentro de mi proceso como enferma mental siempre he pensado en el cuidador, en ese que nos acompaña, aguanta, anima y su desgaste no solo físico, sino también psiquico, persona, profesional.
Debe ser muy difícil para ellos no solo hacerse cargo de ellos mismos (aunque generalmente se postergan), y de paso de la vida de otro de alguna manera.
Cuando me entero de alguien enfermo, convaleciente o dependiente de alguna manera de alguien más, siempre, pero siempre pregunto primero: y cómo estás TU?, como te sientes? Cómo vas?. Es lo primero que hago porque siento que a veces la pasan peor que el mismo necesitado de su ayuda, y nadie, pero nadie se pone en su lugar, nadie le da una mano, nadie le dice: ve, sal, date una vuelta que yo me hago cargo así sea por 15 minutos.
Valoro tus palabras en: " ... ahora veo que está empezando a tocarla, y eso me hace feliz".
Duele, pero ellos, nuestros cuidadores/acompañantes merecen ser feliz y poder bajarse del tren cuando así lo consideren.
Un abrazo y bien por tu valentía y capacidad de ponerte en su lugar
yo no tenía ni acompañante ni cuidadora. Tenía una mujer con la que me había casado por amor y que ha tenido que tomar otro camino porque no ha tenido la inteligencia suficiente para sobrellevar circunstancias de la vida que, para mí, son casi anecdóticas. Mi vida ha sido demasiado dura como para pensar de otra manera.
Creo que aunque los dos se casaron por amor, de cierta forma más que ser tu esposa también se convierte en tu acompañante y en tu cuidadora sin que uno de los dos lo haya decidido así. No creo que el que haya tomado esa decisión la haga más o menos inteligente, simplemente se cansó quizás. Lo que para ti son anécdotas, para ella pueden ser heridas. Lo digo como esposa de una persona con las mismas condiciones mentales, a la cual amo.
gracias por escribir, Michelle.