Pocas cosas me pueden hacer mucho daño. He sufrido tanto, antes y después del trastorno bipolar, que tengo la piel bastante dura. Aunque he aprendido a afrontar lo que puede venir de una manera diferente.
He llegado a este punto después de haber vivido cosas excesivamente duras. La última fue hace un año y ahora agradezco la cicatriz. Ojalá la vida no me sorprenda con lo peor que siempre puede pasar. La próxima Navidad será diferente porque me siento diferente. Estoy tranquilo y feliz. Con dolor crónico y sin necesitar fármacos es todo a lo que puedo aspirar. Puedo seguir haciendo lo que hacía antes con una gran ventaja. Ya no siento estrés en ninguna situación relacionada con todo lo que hago en Esperanza Bipolar. Cuido mi cuerpo como si fuera de cristal porque está agrietado desde hace quince años. La manera en que aprendí a no sentir estrés ha supuesto estar abierto a todo tipo de imprevistos. No tener miedo a lo que pueda llegar a pasar a mi alrededor también ha sido clave. Sé que he llegado a un extremo difícil de lograr pero estoy muy satisfecho de haber llegado aquí.
«Antes tenía miedo. Al principio tenía miedo a convertirme en una persona incapaz. Cuando me demostré ser capaz comencé algo nuevo. Después tuve miedo a que las personas que conozco sufrieran la enfermedad. Intentar evitarlo por todo los medios me generaba mucho estrés que se me subía a la cabeza. Si quieres controlar todo para evitar el daño propio o ajeno no podrás tener una vida tranquila.«