Una vez que uno toca fondo, es difícil caer más bajo. En el año 1999 sufrí como nunca había sufrido antes, y acabé ingresado en un hospital psiquiátrico en Oxford del que me quedan algunos recuerdos. No tengo ni idea de cuántos días pasé con la cabeza volando sin dirección y llena de pájaros, pero sí recuerdo imágenes y pensamientos de los momentos más intensos. Posiblemente, cerca de dos semanas antes de regresar a un hospital en la ciudad en la que vivía. Aunque no fue mi último ingreso, la vida cambió radicalmente para mi después de él.

Para que te sitúes, en aquella época estaba trabajando y estudiando a la vez. Trabajando en algo que no me llenaba y estudiando algo que me gustaba. Escapando de una vida monótona y encontrando emociones intensas en un entorno muy diferente a mi entorno laboral. Estudiando por el simple y único placer de aprender, algo que no he abandonado desde que terminé la universidad. El placer de aprender, junto con otros muchos placeres siguen siendo la base de mi vida hoy. Placeres que se complementan con otras muchas actividades que me hacen sentir muy bien y significan mucho para mi. Sufrir una crisis como la que sufrí hace quince años es muy improbable. Yo diría que imposible. Tan improbable como volver a sufrir los síntomas del trastorno bipolar que hace mucho tiempo dejé de padecer.

Un día alguien comentó en la asociación que si se dejara llevar, volvería a conocer la euforia. No creo que sea tan fácil porque, según mi opinión, tienen que confluir determinadas circunstancias en la vida de alguien para volar tan alto sin levantar los pies del suelo.En mi cuerpo puedo influir lo justo o nada. Las neurociencias todavía están deshojando la margarita y no soy tan atrevido como para afirmar si podemos elegir con nuestra voluntad si carne o pescado. Sea como sea, tomo mis precauciones visto lo visto y oído lo oído. Realmente no son muchas, apenas limitan mi vida, y puedo prescindir de ellas sin ningún problema. Se puede disfrutar tanto o más, renunciando a determinadas cosas como persiguiendo un sueño.  Renunciar estando diagnosticado con trastorno bipolar, constituye uno de los mejores seguros de salud. Tan eficaz, y en algunos casos incluso más importante que cualquiera de los distintos tratamientos farmacológicos disponibles que pueden prevenir sin garantizar la salud ni el bienestar. Eso sí, requiere de un aprendizaje que depende sobre todo de ti. La capacidad de aprender puede salvarte y llevarte mucho más lejos de lo que nunca pudiste imaginar. Al menos, así lo he vivido yo en los últimos años y me parece que esto va para largo.