Hace tiempo escribí un comentario titulado «el mundo en un vagón de metro». Aquel no fue un buen día para mi, hoy sí lo ha sido. He recordado aquel comentario para escribir el de hoy porque estos días suelen ser días en los que el mundo se refleja alrededor de una mesa. Hombres y mujeres de la misma familia nos juntamos para celebrar y disfrutar de la Navidad. Para algunos significan mucho, para otros significan regalos, buen comer y mejor beber.
Unos prefieren el verano a la Navidad porque no se ven «obligados» a compartir tiempo y espacio con personas de este mundo que parecen de otro planeta. Puede que ya te hayas imaginado a tu hermana, padre, cuñado o tía, en cuanto hayas leído esta frase. Mal rollo y peor película. Alrededor de una reunión familiar revolotean mil y un problemas más o menos ocultos También muchos malentendidos. Algún que otro bienentendido que nunca tuvo que suceder y nada fácil de resolver. Una historia detrás de todos ellos de lo más variopinta. En algunas casas, buen ambiente y mucho amor. En otras, aire contaminado y mucho rencor. Depende del cajón en el que entre la tuya, disfrutarás de estos días o los querrás saltar del calendario. En este apartado he sido afortunado. En otros muchos también.
Si eres de los que aman los retos, la Navidad puede ser uno digno de las Olimpiadas. Para la noche de fin de año, elige a una persona de la mesa que habite en un planeta diferente al tuyo. Siéntate junto a él o ella. Es sufciente por este año. Los retos se vencen peldaño a peldaño. Este año yo he conseguido superar algunos que nunca antes había logrado. Un reto requiere primero apertura al cambio. Un cambio significa aprender: aquello que querías aprender, necesitabas aprender y te ha merecido la pena aprender.