Aparco en una plaza de discapacitado y una mujer mayor me grita desde la otra acera: -¿es usted inválido?. –Sí, ¿y usted? -le contesto en el mismo tono. No tuve respuesta.

Hace años habría vomitado a la mujer sin habérmela comido antes. Y habría estado sintiendo la bilis dentro todo el día. Estrés también lo llaman. Ya no. Y qué gusto da darse cuenta. Después leo en diagonal un artículo de un psiquiatra que escribe un artículo de opinión sobre los malos políticos. Veo muchas vocaciones frustradas. La mujer ¿frustrada? que nació policía y el psiquiatra ¿aburrido? que nació politólogo. Me alegro de que «la señora de los huevos» no fuera mi madre. Es lo único que me hubiera faltado en la vida. De algunos psiquiatras mejor ni hablar que me cuesta un poco gestionar las emociones. Estoy deseando que llegue el día en que enseñen a los diabéticos a gestionar sus niveles de azúcar. Tontería va, realidad viene. Si todo el mundo se preocupara sólo por lo suyo habría que gestionar las sonrisas por la calle. Aparecerían jubilados amargados que te preguntarían: – ¿ y usted? ¿tiene carnet de sonriente?. Los que saben mucho se equivocan a lo grande porque las cosas no son tan sencillas como parecen. Los que sabemos más nos equivocamos lo mismo porque las cosas no son tan sencillas como parecen. Por ejemplo, yo no tenía ni idea de lo que era un cimborrio. Ahora sí. Lo peor es que hay más jueces que licenciados en Derecho. El trastorno bipolar tiene algo que ver con esto. Dicen que es la enfermedad de las emociones, así que cambiar las emociones algo tendrá que ver con dejar de sufrirla.

«Si todavía no te has dado cuenta de lo que hay a tu alrededor vas a sufrir como un perro. O una perra. Fíjate bien y escucha la canción con atención. Cada vez te parecerá lo mismo que la música de la radio. Insoportable a menudo y cachonda de vez en cuando. Hay placer sin dolor, pero no hay placer sin anestesia previa. Para la anestesia te tienen que hacer daño varias veces. Pero pon límite«