Lo que un día se rompió ya no se puede componer. La psicosis se deshizo y supe que no podía volver a sucederme. Por suerte, descargué las emociones retenidas que soportaron mi psicosis durante años.

Muerta la rabia se acabó el perro. Con la rabia contenida aparecían nuevas y más piezas, que yo añadía sin saberlo al puzzle de mi locura. La letra de una canción de amor en un bar o el saludo de una persona desconocida por la calle. Más piezas: un interruptor de luz en una acera, los zapatos de un anciano, la marca de un melón, la melodía de un violín, un camión de mudanzas, las monedas de mi bolsillo y la mayor desgracia de mi vida. El puzzle se montó a golpe de sorpresa y patrón. La sorpresa impacta y ramifica, y el patrón refuerza la idea delirante.

He llegado a la conclusión de que la mayoría de las personas que sufren psicosis han pasado por lo mismo. Los patrones y las sorpresas llaman tu atención y quedan selladas por las emociones implicadas, ampliando las ideas delirantes de la psicosis. Los sombreros rojos hacen que tu atención se disperse a todos los sombreros rojos, y el sombrero púrpura añade una pieza al puzzle. En el extremo, puedes ver sombreros donde no los hay. Psicosis se llama el puzzle.

El estrés facilitó que yo lo montara cada vez más rápido y sin darme cuenta. En situaciones esporádicas, los detalles se grabaron dentro de mí con un sentimiento de opresión y la ira como emoción principal. No queda ni huella de todo aquello. Saber lo que sientes al ver un sombrero rojo se convierte en importante. Cambiar lo que sientes al ver un sombrero rojo es vital. Caer en la cuenta de que un sombrero no deja de ser un sombrero es revelador. Ser consciente de que el rojo y el púrpura son sólo dos colores te cambia la vida. Me sentí amenazado por un ejército de sombreros hasta que solté toda la presión. Ese día marcó un antes y un después en mi vida. Todo ocurrió fuera pero todo se contaminó dentro de mi cabeza. Por fin, mi cabeza está limpia.

«Los estímulos que atrapan dicen más de uno mismo que de la realidad que te rodea. La historia que montamos en nuestra cabeza dan sentido a nuestra historia. La vulnerabilidad y el exceso de sensibilidad para detectar los patrones y las sorpresas inesperadas tejen la telaraña de la psicosis. Mi araña murió. Dejó de tejer.»