Muchas personas diagnosticadas con trastorno bipolar tienen un problema común con aquellos que de alguna forma se sienten diferentes. En algunos casos, el problema es añadido por el estigma que rodea a las personas que sufren una enfermedad mental y, por ignorancia, son vistos como personas diferentes. Aunque un día escribiré sobre el estigma, aquí me voy a centrar en la duda que muchos tienen sobre salir o no del armario y algunos problemas que conlleva una situación tan incómoda. Personalmente, siento que ocultar algo ante los demás es imponerme límites que no necesito. Por este motivo no oculto mi diagnostico -ni a lo que me dedico- cuando estoy con la persona adecuada y creo que es el momento de hablar sin miedo a lo que los demás puedan pensar. Es mi manera personal de luchar contra el estigma.

En realidad, tanto el estigma como tu libertad para hablar de tu condición dependen sobre todo de ti. Que los demás tengan un problema no te obliga a compartir el mismo problema. No hay nada mejor manera de distinguir a las personas que sabiendo si ellas te distinguirían de los demás por un diagnóstico.

El verdadero problema para mi fue tratar de pasar desapercibido y aparentar no tener ningún problema cuando, en realidad, estaba sufriendo por dentro. De esto hace ya más de diez años y ahora, que ya no sufro ni padezco, no tengo ningún problema en hablar abiertamente con nadie. Bien es verdad, que dedicándome a lo que me dedico no podría hacerlo de otra forma, pero también es cierto que me importa bien poco lo que piensen los demás. Bastante tengo con mi opinión sobre mi mismo como para que me preocupe la de los demás. Con el añadido de que cada vez me doy más cuenta de que hay menos dignidad en algunos del gremio de los supuestamente sanos que en muchos otros de los teóricamente enfermos.
Evidentemente, si no me encontrara bien tendería a esconderme de los demás y ocultaría mi diagnóstico porque me avergonzaría de mi situación– lo que antes hacía- , pero si tienes la inmensa fortuna de haber encontrado el bienestar hablar abiertamente de tu condición es muy posible que te ayude más de lo que te pueda perjudicar. Cuantas más personas conozco con trastorno bipolar, más me sorprendo de las muchas virtudes que esconden la mayoría de ellos y de su potencial de bienestar. Personas de buen corazón, preocupadas por los demás – incluso más que por ellas mismas- empáticas y muy inteligentes. Con muchos rasgos psicológicos comunes, siendo el más común de todos ellos el haber sufrido mucho por circunstancias de la vida, por ser como son o pensar como piensan.

Mi ocupación desde hace más de tres años no es “normalizar” el trastorno bipolar en la sociedad, sino normalizar la vida de las personas diagnosticadas con esta enfermedad. Dicho sea de paso, algo que me entristece un poco y me alegra mucho al mismo tiempo. Me entristece porque no puedo entender que -en pleno siglo veintiuno- con tan poco se pueda lograr tanto, y me alegra porque me siento parte de lo que veo a mi alrededor. Acompañar a personas como yo a subir los peldaños de la escalera del bienestar se ha convertido en una parte importante de mi vida. Disfruto mucho haciendo lo que hago y algunas personas que se han acercado a la asociación de Bilbao se sienten mucho mejor al ver que lo antes imposible puede dejar de serlo 🙂