Esta mañana surgió la próxima publicación que estás a punto de leer sobre la autoestima escrita por una persona diagnosticada con trastorno bipolar. Intentaré escribir la idea completa que intenté dar forma en la cama antes de levantarme.

Lo primero y fundamental, la reflexión que sigue es muy autobiográfica y, quizás, poco común. Aunque, a veces, uno puede equivocarse y la situación que detallaré a continuación, puede ser más frecuente de lo que pudiera parecer a primera vista.

Un problema importante de autoestima puede surgir a partir de la siguiente situación al estilo Pixar. Para ilustrarlo vamos a fijarnos en el mundo de los objetos. Comparemos un palillo y una viga de madera. Ambas son del mismo material, y, sin embargo, tienen propiedades muy diferentes de las que se derivan utilidades y cualidades igualmente diferentes. Un palillo en un almacén de materiales de construcción podría pensar :”No sirvo para nada”. Una viga de madera arrinconada en un restaurante podría llegar a la misma conclusión. Ambos, si tuviesen calidad humana, sufrirían de una baja autoestima y sentirían una sana envidia de tenedores y cajas de herramientas. Y, como diría Mourinho: ¿Por qué?

Pensarían un día sí y otro también: ¿Por qué ellos sí y yo no?. Una baja autoestima acaba afectando en la vida a todos los niveles. Aparecen siempre las comparaciones imposibles en las que siempre uno sale perdiendo. Hay muchos motivos por los que no deberíamos hacer este tipo de comparaciones. Además de las que ya todos conocemos, está la que apuntan ahora los científicos. “Experiencias individuales distintas suponen cerebros distintos”.

La única solución que encontré hace tiempo, es comparar lo que soy capaz de hacer hoy con lo que era capaz de hacer el mes pasado o el año pasado. La evolución es lo único que me importa. Autoestima y trastorno bipolar. Si guardan alguna relación no lo sé. En mi vida sí tuvieron mucho que ver.