La opinión mayoritaria de la psiquiatría respecto al trastorno bipolar parece ser inamovible y todos sabemos lo difícil que es cambiar de opinión. Si se trata de una enfermedad que tiene cura o no, es una cuestión tan borrosa que no merece la pena discutir. Como todas las publicaciones que escribo, voy a buscar el sentido práctico para abordar esta cuestión desde otro punto de vista, siempre no profesional.

Imagina que vives en una situación cada día más difícil que empieza a parecerte insoportable, a veces insufrible, irreversible, o al menos, difícil de resolver. Puede que te identifiques con esta situación en el momento actual, pero lo más normal, es que recuerdes esta situación vivida hace dos, cinco o diez años. Tomar una decisión de cambio, sea cual sea, no suele resultar fácil. Lo importante es que sepas encontrar una salida a la situación que te ahoga. Algo más importante todavía, aunque hayas salido de dicha situación hace mucho o no tanto tiempo, consiste en no olvidar que el trastorno bipolar está ahí. El significado de esta frase lo puedes encontrar en otros comentarios de este blog personal. Tuve una dilatada carrera como enfermo y el diagnóstico, que siempre es una justificación incompleta. De hecho, me considero un enfermo asintomático, si es posible padecer la gripe sin fiebre.

Imagina que el trastorno bipolar es una casa. Cuando entraste en ella, y a pesar del placer de la euforia, seguramente llegaste a la conclusión de que habías entrado en la casa de los horrores. No parece haber salida, y el sistema de salud o sus profesionales, a veces, tampoco son de gran ayuda. Yo, al menos, lo viví así. Dentro de la casa hay muchas habitaciones, y no todas ellas dan miedo. En cualquier caso, aunque ya no sufra los síntomas del trastorno bipolar conozco la casa lo suficiente como para no olvidarlo nunca. En realidad hay un motivo que nada tiene que ver con el miedo para seguir siendo muy consciente, y es el deseo de seguir encontrándome bien. Cuando uno se pone el cinturón de seguridad en el coche no lo hace, al menos conscientemente, por miedo. La mayoría, de hecho, no hemos sufrido un grave accidente de tráfico y lo hacemos. Nosotros, que sí hemos sufrido más de un «accidente», tenemos que evitar los riesgos con los recursos que tengamos a nuestro alcance.

Aprender de los errores no resulta fácil pero para nosotros es vital. El sufrimiento, a veces, no tiene motivo ni porqué. Si crees que el tuyo sí lo tuvo, nunca lo olvides porque puedes tener la gran fortuna de acabar viviendo en una casa tan, o incluso más agradable, que muchas otras.

Muchas gracias por tu comentario de agosto. Me encantaría que dejaras tu experiencia aquí para enriquecer este blog porque la mía es sólo una más. Y prepáralo todo para empezar el «nuevo año». El otro año que siempre empieza en Septiembre 🙂