Con la imaginación te puedes poner en lo peor y en lo mejor. Hace tiempo que trato de evitar lo peor cuando veo que se pueden complicar algunas cosas.

Cuando sufría el trastorno bipolar, fantaseaba e intentaba ir a por todas. Cuando ya no lo sufría, la frustración, la ira y la desesperación me visitaron muchas veces intentando ir a por todas. Como toda apuesta, ir a por todas es arriesgado. Ahora, cuando me enfrento a situaciones que implican a terceras personas no suelo ir a por todas. Trato de evitar la peor situación posible que siempre me incluye e incluye a los demás. Si quiero ayudar a alguien, la prioridad es no hacerme daño, pero sin permitir tampoco que me hagan daño. Siempre intento no hacer daño en cualquier situación, aunque no siempre lo consigo.

La imaginación juega malas pasadas. Ahora estoy aprendiendo a no imaginar tanto, sobre todo cuando imaginar incluye a los demás. Imagines con acierto o sin él, cuando el riesgo lo corre el otro, la mayoría de las veces el resultado no depende de lo que tú hagas. La física dice que las cartas están echadas y la vida ha acabado por convencerme de que es así. Cuesta creer que hagas lo que hagas, la huella de tu zapato vaya a dejar mucha huella. Llevo media vida dedicándome a lo que me dedico convencido de que puedo dejar huella, así que soy pura contradicción. De ilusión también se vive. De hecho, de ilusión se vive. Hago lo que creo que es conveniente, sabiendo que puede ser inútil hacerlo. Las cosas no son como quieres que sean, sino como son.

«Dicen que todo lo que imaginas es real. Imaginas lo que te da miedo y lo que deseas. Imaginas para intentar prever las consecuencias de lo que haces. Si actúas pensando que el mundo va a girar alrededor de ti es que has imaginado de una manera equivocada. Mejor actúa para que tú gires alrededor del mundo con todo el mundo»