Si las personas que quiero no están bien, algo importante me falta. Si ya no me preocupo demasiado es porque no anticipo el desastre. Estoy preparado para lo peor pero abierto a que las cosas mejoren.

Antes el miedo a que ocurriera lo peor me bloqueaba. Entraba en pánico y me quedaba quieto como un muerto. Ahora pienso en alternativas y me ocupo de dar lo mejor y hacerlo lo mejor posible. Me siento muy afortunado porque lo que aprendí para mí puedo ponerlo al servicio de las personas que se sienten tan mal como yo me sentí hace mucho tiempo. Sé que no tengo la solución a los problemas de los demás, pero si puedo estoy para lo que necesiten. Muchas veces, me doy cuenta de que lo mejor es sólo escuchar. Otras intento reconocer lo que es importante para el otro para poder atenderlo. Salgo de mí para entrar en el mundo del otro. Intento comprender y hacerlo suele aliviarme el daño. En el pasado también aprendí que comprenderlo todo no es recomendable. Si lo hice una vez, fue la última. No atenderé más peticiones en contra de mi voluntad. Soy consciente de que soy bastante generoso pero hasta las virtudes necesitan un límite. La vida da tantas vueltas que muchas veces marea.

«La voluntad del otro y tu voluntad pueden no coincidir. Si estás dispuesto a ceder, necesitas estar dispuesto también a perder. Yo ya perdí demasiado como para cometer el mismo error. Me llevó mucho tiempo aprender a decir no. Si sabes cuáles son tus límites, aprenderás a decir no. Y algo que es también muy importante: aprenderás a decir sí.«