Nunca fui la clase de persona que intenta cambiar a los demás. Sin embargo, quería que los demás fuesen como me habría gustado que fueran. Ahora apenas me afecta si son de una manera o de otra.

Cambié después de hacerme daño muchas veces. Como no quería hacerme más daño, aprendí a aceptar a los demás como son. Me llevó mucho tiempo y mucho daño. También aprendí a decir no a personas que tenían la capacidad de decidir por mí. En otras ocasiones decía sí o tragaba en exceso por no herir al otro. Tengo la suerte de haber nacido con una manera de ser que me ha acabado por beneficiar porque cuando hice daño a otros me sentía mal después. Así que me vi obligado a cambiar hasta que murió mi gorila. Desde hace tiempo presto mucha atención a lo que necesito. Me he dado cuenta de que era capaz de hacerme daño para no dañar al otro. Nunca más volveré a hacerlo. Primero yo, y después los otros. No suena elegante pero aquí no escribo para agradar.

«Siempre intento aprender algo de lo que vivo. He pasado mucho tiempo aprendiendo a adaptarme a los demás y eso me ha ayudado hasta un punto. Ahora ya he llegado a descubrir dónde está mi equilibrio de adaptación. Si quieres sentirte bien, necesitas saber hasta dónde sí y hasta dónde no»