Cuando has sufrido el trastorno bipolar, tu vida cambia, y cambia para siempre. Aunque puede que a peor, o incluso a mucho peor, también hay quien ha sido capaz de encontrar algo positivo en la enfermedad. Una de las muchas secuelas psicológicas que nos pueden quedar tienen que ver con el miedo propio a volver a sufrir. De todas formas, no voy a hablar de este miedo hoy, sino del miedo ajeno. Tu entorno más cercano, y los profesionales de la salud pueden transmitir su miedo como un virus invisible a la persona diagnosticada con trastorno bipolar. Si cuesta llevar una maleta pesada, cargar con dos es siempre mucho peor. Afortunadamente yo ya no cargo con ninguna de ellas.

Los elefantes blancos son aquellas señales que muchos ven a tu alrededor por llevar en la mano una lupa con más aumento que unos prismáticos. Estás más irritable de lo normal o más sociable de lo que acostumbras a ser. Quieres tomar una decisión importante en tu vida o dar un cambio de rumbo que los demás no esperan de ti. Su alerta, no siempre justificada, puede perjudicarte de distintas formas. Una cualquiera, haciéndote subir por las paredes; otra que me tocó sufrir, obligándote a ir al psiquiatra cuando tú no lo  crees necesario.

Aunque se trata de un tema delicado, me voy a mojar como suelo hacerlo siempre. La enfermedad es dura, y puede llegar a ser una condena al sufrimiento si uno no aprende a manejarla. Yo aprendí a hacerlo, y trato de enseñar lo que he aprendido a los demás en la asociación Esperanza Bipolar y a través de este blog. Por ejemplo, entre las muchas cosas importantes a aprender hay una de ellas vital: saber en quien confiar y en quien no. Me refiero a que la opinión de cualquiera no sirve para llevar una vida saludable con trastorno bipolar. Normalmente, la gente que te quiere y te conoce bien tratará de hacer lo que esté en su mano por ayudarte, incluso cuando se equivoque.

Hace ya cinco años tuve que soportar una situación que describe muy bien la frase anterior. Aunque me dolió la reacción de las personas que me quieren, les hice caso y visité a mi psiquiatra cuando no lo necesitaba. Eso es exactamente lo que te recomiendo hacer. Ni más ni menos. Si te gusta ver a tu médico, como es mi caso, con mayor motivo. Evitarás de esta forma algunos riesgos importantes y, de paso, calmarás a las personas que te quieren y te entienden. No es necesario que sean muchas, basta con que sean las suficientes 🙂