Durante mucho tiempo me drogué con mi inteligencia. Llegué a conclusiones que intuyo muchos científicos desconocen y paré. Me salvé y puedo hacer todo lo que quiero. Para qué más.

Aprender es placentero pero el veneno siempre está en la dosis. Descubrir también. Si no lo hubiese hecho quizás nada de lo que he logrado habría sido posible. Cuando me di cuenta que el placer de vivir es el mayor de los placeres empecé a valorar mi vida de una forma diferente. Se me acumulan muchas cosas por hacer y no me importa. No hay mejor señal de buena salud con trastorno bipolar o sin él. No tengo urgencias ni quiero llegar más lejos. Cuando sufría el trastorno bipolar quería llegar más lejos porque estaba en la mierda. Ahora estoy feliz donde estoy y haciendo lo que hago. Hago más que antes porque puedo. Si antes no lo hice era porque no podía. De todas formas, estoy a punto de cerrar mi agenda para los dos próximos años. No quiero inundarme por dejar abierto el grifo. Las personas que me quieren son la que me llaman, me escriben o me ven. Algunas personas tienden a desaparecer como la luz del día. El tiempo es oro y si fuiste oro para alguien con suerte te quedarás en bronce. Las personas de tu vida y lo que haces con tu tiempo son tu vida. No hay más.

«Más, si no es sinónimo de estrés, acaba en estrés. Más placer también. Yo no me drogo con mi química porque quiero prescindir de la química de farmacia. Con trastorno bipolar es difícil ser capaz de llegar al punto en que menos placer es más. Yo llegué ahí hace varios años. Paré y tomé una decisión inteligente. Si quieres tener estabilidad busca más la satisfacción y menos el placer»