Desde que empecé mi proceso han pasado ya quince años. Comencé con Esperanza Bipolar y sufrí el estrés. Tenía tantas ganas de ayudar a las personas y de protegerlas que iba a por todas.

Ahora miro hacia atrás y veo el trastorno bipolar. También veo mis crisis y por qué las sufrí. Mi ingreso en un hospital psiquiátrico de Oxford y en otras clínicas de este país. Cuando empezaba a vivir casi muero en un accidente. Ese hecho marcó también mi vida porque mi salud física no es la misma desde entonces. Sin embargo, mi salud mental ha mejorado un mil por cien. Cuando aprendí a no sufrir de estrés, me encontré con una sensación de libertad que nunca antes hacía conocido. A uno de mis amigos siempre le hablaba de mis limitaciones y no me entendía. Tenían que ver con el estrés de dedicarme sin límites a las personas que sufrían. Algunas ahora son personas que aprecio mucho y tenemos una relación muy especial. Esperanza Bipolar me aporta una motivación vital intensa y diaria. Justo lo que en mis peores años me faltó. He pasado de sentirme la persona más inútil del mundo, a la más útil del mundo. Es una exageración que aprovecho sólo para que me entiendas. Cambiar la vida de los demás a mejor no es comparable a ninguna otra cosa. Sin estrés es un placer inigualable. Este año comienzo a tener contacto directo con personas de Latinoamérica que sufren el trastorno bipolar. Nunca pensé que llegaría a tantas personas. Tengo muy claro cómo superé el trastorno bipolar y me dedico a compartirlo. Antes lo hice con dos libros, ahora de una manera mucho más personal.

«Quería evitar que los demás se hicieran daño. Como sé mucho sobre el trastorno bipolar pensaba que yo podía hacerlo. Eso me sobrecargaba intelectualmente hasta provocarme estrés. También pensar en exceso sobre lo que causa los síntomas me obligaba a descansar. Si aplicas un exceso de control, sufrirás de estrés y eso puede facilitar que vuelvas a caer en la depresión o la manía.«