El otro día le conté a mi madre una idea que me ronda la cabeza y le cambió la cara. Cuando le voy a contar alguna novedad, suele asustarse. Empezó a escucharme con atención y a hacerme preguntas sin parar con la mirada perdida. Lo que más me sorprendió fue ver el miedo en sus ojos.

«no me mires así, pareces un psiquiatra asustado» -le dije entre risas, protegiéndome.

Después contesté a sus preguntas que eran muchas. Es la clase de reacciones que me desconciertan porque son inesperadas para mí. Si no supiera lo que sufrió hace diecisiete años al verme en un hospital de Oxford, me haría daño ver que todavía no lo ha superado. En aquellos días mi madre puede que sufriera tanto como yo.
Siempre escucho a los demás. Tengo esa cualidad que no es una virtud en todas las situaciones. También tengo que escuchar cosas que me duelen o soportar el sufrimiento de los demás. Ella me dió su opinión y la guardé. Unos días después me dijo que le parecía bien. Había pensado otra vez en ello y lo comprendió. También guardé su última opinión.
Si no te cuento los detalles es porque ahora no tienen importancia y es algo que comenzaré cuando esté en la mecedora con la manta en las rodillas. Bueno, exagero un poco. Intentaré hacerlo antes y te lo contaré. :))