Una de mis prioridades es la tranquilidad. Con trastorno bipolar, la tranquilidad no significa aburrimiento, es algo muy diferente. He aprendido a mantener la tranquilidad casi todos los días del año y me ha costado media vida conseguirlo.

Antes había tres cosas que me hacían perder la tranquilidad. Tener que hacer algo que me sentía incapaz de hacer me afectó durante años. De esa enfermedad me curé. La segunda situación que me hacía perder la tranquilidad es más típica: cuando algo te hace mucho daño y te saca de quicio. De esa enfermedad estoy curado trescientos sesenta días al año. Creo que los cinco en los que se me va la olla están por debajo de la media del neurotípico (por decir algo). La tercera y más difícil es la pérdida de la tranquilidad derivada del miedo. De esa enfermedad me curé el año pasado.

Ganar la tranquilidad es ganar la salud. Hay mil maneras de ganar un poco de tranquilidad. En pequeños detalles de tu vida puedes ganar grandes dosis de tranquilidad. Yo desde hace mucho tiempo cuido mucho los detalles en mi vida. De no hacerlo, habría sufrido otra vez más los síntomas del trastorno bipolar.

Tampoco habría podido escribirte durante los últimos nueve años en este blog sobre la manera en que he logrado recuperarme de la enfermedad. Una buena noticia para mí y otra buena noticia para ti. O dos buenas noticias para los dos :))