En el año 2005, si mi vida fuese un libro cambié de libro. En el año 2006, el libro estuvo a punto de desaparecer para siempre. Después escribí varios libros de los que sólo llegué a publicar dos.

Pasé del título «Alberto, el ingeniero» a «Alberto, ¿quién soy?» y el cambio fue gradualmente para bien. Cuando fundé Esperanza Bipolar no sabía lo que sucedería con mi vida. Después de algunos tachones y algunas páginas rotas acabo de poner un punto y aparte. O mejor dicho, la vida acaba de poner el punto y aparte. Han sido quince años en los que he corrido más riesgos que todos los psiquiatras del mundo juntos. Como les gusta decir a algunos, ellos también «tendrían que» pero esta vez no: soy yo el que me he dicho «tengo que». Dicho y hecho.

Hasta el día de hoy he vivido páginas increíbles y otras maravillosas. También páginas de mierda. La vida misma, vamos. Ahora toca continuar con el libro de Esperanza Bipolar y con un nuevo capítulo en el libro titulado «Alberto». Algunos notarán los cambios, otros no. Lo importante es que yo note los mayores cambios. Una vez más voy a dar prioridad a mi tranquilidad. Si la felicidad y la tranquilidad no son gemelas, se parecen un huevo. Hay quien encuentra placentero el riesgo controlado, el problema es que no existe. Por eso atan a los enfermos en los psiquiátricos, porque los psiquiatras no encuentran ningún placer en el riesgo. Y luego dicen lo que el mundo tendría que. Como mi madre.

«Con trastorno bipolar, conocer tus riesgos es vital. Dicen que peligro y riesgo no es lo mismo, pero puedes pensar en tus peligros y en tus riesgos. Empiezo a conocer mejor mis peligros y mis riesgos. Espero que me ayude en un futuro a tener una mejor vida. Con esa idea en mente, seguiré con el libro Esperanza Bipolar. Mientras el cuerpo aguante. Y mi cabeza»