Yo nunca me cuestioné si sabía querer. Aunque ahora creo que es una de mis especialidades, puede que me falte bastante por mejorar. De todas formas, veo que muchos están a años luz.
Algunas personas que conozco quieren que los demás sean como ellos quieren que sean. Es el pasaporte directo a la infelicidad. Hace tiempo, yo me comportaba así en algunas situaciones. La realidad es que fui más víctima que otra cosa. También sufrí los conflictos de personas que querían que el otro cambiara sin saber que eso no suele pasar. Para cambiar hay que estar muy jodido y, a veces, ni con ésas. Para cambiar hay que cuestionarse, cosa que pocos hacen.
El otro día lloré al darme cuenta de que nadie puede comprenderme con cierta profundidad. Yo seguramente tampoco sea capaz de hacerlo con los demás. Ojalá haberme dado cuenta sea una liberación para mi futuro. Con trastorno bipolar es fácil caer en círculos viciosos. Empeñarse en algo es de los peores. Yo ya no me empeño en casi nada con casi nadie, sólo hace falta que los demás hagan lo mismo conmigo. Vive y deja vivir es casi tan bonito como imposible muchas veces. No hay nada que provoque más estrés a uno mismo y a los demás que querer que sientan o piensen como tú. En esta asignatura, creo que progreso adecuadamente. Sé escuchar sin juzgar.
«Cuando sufría el trastorno bipolar no podía ver algo que quería cambiar y no actuar. Con el tiempo aprendí que nadie puede cambiar mucho al otro, con suerte puede no perjudicarle. También sufrí la frustración y la rabia intentando ayudar a cualquier precio. Nadie lo entendió y nadie se dio cuenta. Nadie salió beneficiado y yo fui el mayor perjudicado»