No, diferente como estas barcas. Bueno vale, un poco raro también. Aunque esta semana pasada me di cuenta de que no tanto.

Una mañana cualquiera, en la cafetería de todos los días, un hombre le pregunta al camarero:

-¿te gusta el flamenco?

Al cabo de un rato, el hombre saca una grabadora con una cinta del tamaño de un corta-uñas y pone su música como si estuviera en casa. Mi amigo Roberto y yo nos miramos con los ojos como dos bolas de billar. La música se mezclaba con la voz de Ana Rosa en la televisión. Menudo sarao. Yo no podía leer mi libro «Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman y me tuve que marchar para que el abuelo se quedara tranquilo. Más tranquilo todavía, quiero decir. Quizás aquel hombre era un enviado del Sur que nos quería transmitir la alegría a los del Norte. Conmigo no acertó.

Unos días después, en una biblioteca municipal, un hombre roncaba con la cabeza sobre un taco de hojas. Es verdad que después de comer hay a quien le entra el sueño, pero yo también acababa de comer hace poco. Aquel hombre inteligente me hizo gracia. Una persona así no creo que acabe nunca en un psicólogo. Una forma de inteligencia consiste en encontrar una solución rápida a un problema: una de mis habilidades que despliego con quien me lo pide.

Y si ves el mundo de una manera diferente, no cambies tu mirada por la de otros.