El último día una persona en la asociación habló de ser feliz con la enfermedad. Y yo pensé que es imposible ser feliz con la enfermedad cuando el trastorno bipolar se sufre o se padece. En ese caso, supongo que lo que uno puede intentar es tratar de ser feliz a pesar de la enfermedad.

Cuando sufrí la enfermedad, tampoco era feliz. Y el motivo principal no era el trastorno bipolar sino uno muy diferente. Mi día a día no me resultaba estimulante, me faltaba ilusión y no sabía cómo superar mis dificultades diarias. Ahora soy feliz porque disfruto de todo lo que hago y de las personas con las que convivo o me relaciono. Mi vida es mucho mejor de lo que nunca antes pudiera haber imaginado. Sé que mi vida se ha revalorizado, como diría mi amigo Pablo, porque estuve a punto de perderla y ser un superviviente marca una vida. De todas formas, para el tema de hoy, creo que esta circunstancia vital no tiene mucho que ver con mi felicidad.

Sin alcanzar la estabilidad emocional la vida te golpea cada vez con más fuerza. No es necesario ser bipolar para saberlo bien. Y sin alcanzar la estabilidad emocional, resulta también imposible vivir  feliz. Uno puede disfrutar de momentos felices, pero no suelen durar mucho. Recuperar mi salud mental no creo que haya sido un camino fácil ni difícil. Se lo debo a lo que hago y a las personas que me rodean. A las personas que me han ayudado y a las que todavía lo siguen haciendo. No soy una persona a quien le guste pedir, y pedir ayuda en esta vida no es signo de debilidad sino de inteligencia. Mi médico y mi psicóloga me prestaron hace tiempo la mejor de las posibles, y supongo que yo hice el resto, lo que me correspondía para sentirme cada día mejor. Otras muchas personas me siguen ayudando y a todas les estoy muy agradecido. En especial a mi mujer, quien me ha regalado parte de su vida para que yo pueda cumplir muchos de mis sueños.

Cuando llegué al quinto, me di cuenta que ahora mis sueños son los sueños de los demás. Disfruto tanto al ver que con mi trabajo hay personas que están empezando a vivir una nueva vida, que dedicarme a otra cosa sería perderme algo demasiado importante para mi. No se trata de responsabilidad moral, sino de enriquecer mi vida. La asociación y lo que se vive dentro del grupo es una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido hasta ahora. Y las personas que me prestan su ayuda tan importantes para el bienestar de los demás como lo que yo pueda aportar. Y para cerrar el comentario, me gustaría volver a la montaña de problemas. Si uno nunca asciende la montaña o aprende a rodearla, creo que es imposible llegar a ser feliz. No soy tan inocente como para pensar que todos los problemas tienen solución. Sin embargo, muchos de ellos sí que requieren de alternativas. La vida no siempre es alpinismo 🙂