He dejado de escribir unas semanas porque han operado a Raquel y Roberto de sus injertos. Todo ha salido bien y ojalá nunca tengan que volver a un quirófano. Sufrieron tanto que ha sido especialmente duro para mi hija tener que pasar por el hospital de nuevo. Cuando fueron operados por última vez eran muy pequeños y los hospitales, con la edad, dan más miedito.
 
He pasado uno de los mejores veranos de mi vida. He disfrutado de todo con mucha tranquilidad y he pasado por situaciones que me podían haber desestabilizado hace no tanto tiempo. Me he dado cuenta porque soy mucho más consciente de lo que me puede afectar y ahora tengo formas de bloquear lo que antes me ponía en riesgo. Son demasiadas cosas para contarte en un comentario pero lo importante es que tú seas capaz de aprender cuáles son las tuyas. Aunque en el fondo son las mismas, o muy parecidas, te resumiré en una frase mi mayor avance. He aprendido cómo no volver a deprimirme, cómo no volver a sufrir una manía y cómo no volver a sufrir un brote psicótico. Me ha costado veinte años llegar a este punto y los últimos diez años de dedicación casi completa a aprender de aquí y de allá.
 
Después de todo el recorrido, ya no necesito tratamiento farmacológico para mantenerme bien. Hace varios años que no tomo medicación diaria y tengo supervisión médica dos veces al año. Cuando comencé a enfocarme en el trastorno bipolar, nunca pensé que llegaría tan lejos. Tengo la sensación de que ya no necesito aprender más, y quienes me conocen bien, saben lo que eso significa. Suelo ser una persona bastante insaciable en el aprendizaje y no paro hasta que llego al fondo de las cuestiones que me interesan. Ahora ya sólo necesito tiempo para escribir los libros que tengo intención de dedicarte. 
 
Hace mucho tiempo le comenté a una persona que trabajaba en una librería: 
 
-He escrito un libro sobre el trastorno bipolar que puede cambiar la vida de mucha gente que sufre.
 
El hombre me miró de una manera que no olvidaré y me respondió con un comentario que no recuerdo bien. Ahora lo traduciría como un «notelocreesnitú».
 
Un tiempo después, le volví a ver y se puso nervioso. Me pidió disculpas y no sé por qué. Era su opinión y me sirvió de mucho. Es bueno que alguien te pinche el globo de vez en cuando. 
 
Hace unas semanas, una persona se sintió molesta por un comentario que escribí en este blog. Me envió un mensaje ofendido por mi arrogancia. Me subió la fiebre nada más leer la palabra «arrogancia» pero la bajé en menos de un minuto. Mi cuerpo me reveló mi arrogancia por un espacio de tiempo muy breve. Me di cuenta de que me había equivocado con él y le invité al primer grupo de Whatsapp de Esperanza Bipolar. Somos cinco personas de distintos puntos de España, después de que dos de ellas abandonaran el grupo sin ningún problema aparente. Le pedí disculpas y estoy muy contento de haberlo hecho. Ni yo quería ofenderle, ni él tampoco a mí. Mi comentario estaba motivado por el exceso de importancia que doy a las palabras. Resulta fácil ofender cuando generalizas. Tengo espíritu crítico y una opinión firme, pero nunca pretendo ser ofensivo. Si no tuviera espíritu crítico, no habría aprendido cosas que muchos profesionales desconocen. Perdí la arrogancia que no tuve y gané un amigo. Ojalá algún día nos conozcamos en persona. He visto una fotografía de su familia y me encantó su mirada.
 
Si no creyera en lo que hago, no podría hacerlo. Lo que veo me suele reafirmar y me hace muy feliz. Mi ilusión era llegar donde he llegado para compartirlo. Ahora sólo me queda continuar compartiéndolo contigo. Y si me escribes un post comentándome si te parezco arrogante intentaré dejar de aparentar lo que creo que no soy.