Diez años después, empecé a recordar detalles sobre mi primera crisis. Quería comprender qué me había pasado. Meses antes había pasado una depresión y estaba en el extranjero.

Llevaba mucho tiempo buscando una salida. No me sentía capaz de encontrarla porque había fracasado en la búsqueda varias veces. Mi deseo era bestial. Una situación muy sorprendente me hizo sentir que podía ser capaz de lograr cualquier cosa que me propusiera. Se me voló la cabeza: yo era un globo a punto de explotar que POR FIN podía subir sin límites. Mi deseo era lograr. En realidad, no he cambiado tanto. Sin embargo, cuando encontré mi manera de disfrutar, los logros pasaron a un segundo plano. Ahora mi prioridad es disfrutar por encima de todo, y mi deseo es conseguir que algunas personas con trastorno bipolar se recuperen y alcancen la vida que desean.

«La manía te puede mostrar cosas de ti que desconocías. La manía es un hecho traumático para el cerebro y la memoria tiende a enterrar los recuerdos traumáticos. Si te fuerzas a recordar en pequeñas dosis lo que te pasó, te conocerás mejor y puede que seas capaz de evitar algunos riesgos. La manía te muestra una necesidad biológica muy marcada de ti. Puede ser el amor ideal, la justicia social o el sentido de la vida. Por este motivo parece que no hay dos personas con bipolaridad iguales. Pero éste es su rasgo común.»