Quince días de descanso son un gran placer. Esta semana regresé a las conversaciones de Esperanza Bipolar y hoy al blog para escribirte. Cuando dos personas no van en la misma dirección acaban por separarse.

Hace años yo sufrí del yo quiero, él o ella no quiere. Con mi familia, mi pareja, compañeros de trabajo o mis amigos. Me curé. Como con casi todo lo que me ha sucedido, las cosas dejan de doler cuando el daño es demasiado como para soportarlo. También está la opción de aprender algo en cada daño pero no es fácil. Todos tenemos alguna necesidad muy marcada a la que nos cuesta renunciar. Ahora tengo varios amigos en modo pausa. Yo ya no quiero tanto, pero la mayoría de la gente sólo quiere cuando le viene bien o necesita. Así que estoy en modo camaleón, aunque sea un koala. Ya vendrán tiempos mejores, dijo el visionario antes de la catástrofe. Soy el camaleón que se encariña si el viento sopla un poco a favor. Ahora estoy aprendiendo a ofrecerme menos y observar más y mejor a los demás. Es muy probable que eso me lleve una mayor soledad pero no me da miedo. Las fiestas serán de dos o de tres pero seguirán siendo fiestas. Nunca fui de multitudes. Cuanto más alejado me siento del trastorno bipolar, más me doy cuenta de detalles que tienen que ver con la naturaleza de la bipolaridad. A más yo, menos tú. A más tú, menos yo. Ahora estoy en el tú y yo. Antes estuve en el yo contigo incondicional y dedicado al Amor Universal. Como dicen los gallegos, nunca máis. Me siento mejor que antes. Aunque todos los días pueden ser verano, lleva lloviendo varios días.

«He cambiado mucho como persona en los últimos quince años. A veces, a mejor. Otras a diferente. Cambiar me ha ayudado mucho. Ya no pienso en cómo soy o dejo de ser. Ojalá no deje de cambiar nunca. Con trastorno bipolar es obligado para no sufrir. En soledad muchos no tenemos una buena vida. En mala compañía nadie tiene una buena vida. Piensa en qué necesitas y si tienes lo que necesitas«